Imagínense que ustedes forman un club de amigos y, cada vez que quieren organizar algún evento, sea cena, viaje o visita a un museo, el club de amigos se divide en dos, tres o hasta cuatro facciones, cada una tratando de imponer a las otras sus puntos de vista y sus intereses. Con toda lógica, habría quien dudase de que ustedes realmente forman un club de ‘amigos’. Pues más o menos eso es lo que le sucede a Izquierda Unida. Y es que cada día son menos las personas que confían en ese ‘Unida’ que propone el nombre del partido.
Vale que IU no es un partido a la usanza tradicional, sino una coalición de pequeños partidos y grupos de izquierda, aglutinados en torno a la voluntad omnívora del Partido Comunista de España, el PCE, aquel que dirigiera durante tantos años un tal Santiago Carrillo, ex probador de pelucas y actualmente palmero de la socialdemocracia española. Vale que en su misma formación lleva la semilla de la divergencia de opiniones. Vale que en los últimos años el puesto de secretario general de la coalición haya suscitado una lucha cerrada entre el PCE y la corriente alternativa… Pero lo que no es lógico de ninguna manera es que, tras el estropicio de las últimas elecciones generales, IU haya sido incapaz de elegir una persona para llevar las riendas de la coalición.
No nos engañemos: Izquierda Unida no podrá ser nunca una alternativa real de gobierno en España. Pero tampoco es un partido muerto. Con casi un millón de votantes en las últimas elecciones generales, IU aún puede dar mucha guerra, si sus comandantes le dejan. Y también si se lo permite el sistema electoral. Izquierda Unida tiene 200.000 votos más que Convergència i Unió y 8 diputados menos. Tiene tres veces más diputados que Unión, Progreso y Democracia, pero sólo un diputado más. Triplica en votos al Partido Nacionalista Vasco y tiene cuatro diputados menos. Ciertamente, con un reparto semejante de los escaños en el Congreso, dan ganas de echarse a llorar.
Pero IU se enfrenta a un problema mucho más urgente que la reforma del sistema electoral: su cada vez mayor falta de atractivo para el electorado. Nos venden la idea de un partido pensado para los jóvenes progresistas de España y, cuando vemos la foto de los integrantes de su ejecutiva federal, se nos cae la lágrima al suelo. ¿Y los jóvenes? ¿Los tienen escondidos? ¿Se han pasado todos al PSOE, desesperados?
A IU le hace falta un líder con carisma (lo siento, Llamazares, parecías buena persona, pero…), una renovación de ideas (eso del anticapitalismo y los antisistemas ya no vende, chatos) y bastantes dosis menos de cutrerío y cerrazón pseudoizquierdista. Y quizás con todo eso, y con un sistema electoral más justo, pueda llegar algún día a tener una representación parlamentaria digna.
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