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miércoles, 26 de noviembre de 2008

Izquierda Hundida

Imagínense que ustedes forman un club de amigos y, cada vez que quieren organizar algún evento, sea cena, viaje o visita a un museo, el club de amigos se divide en dos, tres o hasta cuatro facciones, cada una tratando de imponer a las otras sus puntos de vista y sus intereses. Con toda lógica, habría quien dudase de que ustedes realmente forman un club de ‘amigos’. Pues más o menos eso es lo que le sucede a Izquierda Unida. Y es que cada día son menos las personas que confían en ese ‘Unida’ que propone el nombre del partido.

Vale que IU no es un partido a la usanza tradicional, sino una coalición de pequeños partidos y grupos de izquierda, aglutinados en torno a la voluntad omnívora del Partido Comunista de España, el PCE, aquel que dirigiera durante tantos años un tal Santiago Carrillo, ex probador de pelucas y actualmente palmero de la socialdemocracia española. Vale que en su misma formación lleva la semilla de la divergencia de opiniones. Vale que en los últimos años el puesto de secretario general de la coalición haya suscitado una lucha cerrada entre el PCE y la corriente alternativa… Pero lo que no es lógico de ninguna manera es que, tras el estropicio de las últimas elecciones generales, IU haya sido incapaz de elegir una persona para llevar las riendas de la coalición.

No nos engañemos: Izquierda Unida no podrá ser nunca una alternativa real de gobierno en España. Pero tampoco es un partido muerto. Con casi un millón de votantes en las últimas elecciones generales, IU aún puede dar mucha guerra, si sus comandantes le dejan. Y también si se lo permite el sistema electoral. Izquierda Unida tiene 200.000 votos más que Convergència i Unió y 8 diputados menos. Tiene tres veces más diputados que Unión, Progreso y Democracia, pero sólo un diputado más. Triplica en votos al Partido Nacionalista Vasco y tiene cuatro diputados menos. Ciertamente, con un reparto semejante de los escaños en el Congreso, dan ganas de echarse a llorar.

Pero IU se enfrenta a un problema mucho más urgente que la reforma del sistema electoral: su cada vez mayor falta de atractivo para el electorado. Nos venden la idea de un partido pensado para los jóvenes progresistas de España y, cuando vemos la foto de los integrantes de su ejecutiva federal, se nos cae la lágrima al suelo. ¿Y los jóvenes? ¿Los tienen escondidos? ¿Se han pasado todos al PSOE, desesperados?

A IU le hace falta un líder con carisma (lo siento, Llamazares, parecías buena persona, pero…), una renovación de ideas (eso del anticapitalismo y los antisistemas ya no vende, chatos) y bastantes dosis menos de cutrerío y cerrazón pseudoizquierdista. Y quizás con todo eso, y con un sistema electoral más justo, pueda llegar algún día a tener una representación parlamentaria digna.

martes, 4 de noviembre de 2008

La sanidad en EEUU (y 3)

Election Day y todavía no he tenido tiempo de comentar el programa electoral del senador Obama respecto a la sanidad estadounidense. El trabajo es lo que tiene, que no te deja tiempo ni para respirar.

'Alivio sintomático, pero no cura'. Así definía el New England Journal of Medicine la propuesta de Obama para la reforma del sistema sanitario de EE.UU. En principio, su idea es lograr que los casi 47 millones de americanos que no tienen seguro médico reciban cobertura y, al mismo tiempo, lograr que las familias medias americanas se ahorren 2,500 dólares al año en las primas de sus seguros.

En concreto, Obama impondrá a las empresas la norma 'play-or-pay', que podríamos traducir libremente como 'juega o paga'. Es decir, las empresas tendrán que hacer una aportación significativa al coste de los planes de salud de sus empleados o pagar un impuesto que ayudará al gobierno a pagar un nuevo plan público de salud.

El problema de este enfoque, según los expertos, es que en realidad es el empleado quien carga con el coste de los seguros de empresa. Estos seguros médicos se ofrecen como parte del plan de compensación económica de las empresas a sus trabajadores y, dicen los críticos de Obama, si el el empresario tiene que hacer una mayor aportación, lo hará a costa de reducir otros beneficios del empleado, posiblemente el salario. O al menos este no aumentará tan rápido como le gustaría al trabajador.

El plan de Obama también pretende corregir los problemas de los seguros médicos individuales. Como ya comentamos cuando hablamos de los planes de McCain, las familias pagan primas más caras por los seguros médicos individuales y estos, además, ofrecen menos beneficios que los seguros de empresa. Obama pretende crear un nuevo plan de salud nacional que estará a disposición de cualquier ciudadano estadounidense, sin inquirir sobre su estado de salud o sobre posibles enfermedades que ya pueda tener. Las primas que pagarán las familias se determinarán en función del poder adquisitivo de cada comunidad o ciudad, lo que significa que todas las familias de un mismo área pagarán lo mismo por el seguro médico.

El problema de este enfoque es que un buen seguro médico requeriría el pago de primas que serían inasequibles para muchos ciudadanos. Otra opción sería ofrecer planes de seguros más económicos, pero a costa de contar con menos prestaciones y más copago. Para evitar esto, los responsables de la campaña de Obama han anunciado que el gobierno del senador de Illinois dedicaría 65.000 millones más de dólares al año para financiar estos seguros médicos. En definitiva, aunque el proyecto de Obama permitiría a muchos americanos sin seguro médico disponer de uno, está por ver que se pueda lograr a un precio que sea admisible para el conjunto de la sociedad americana.

lunes, 20 de octubre de 2008

La sanidad en EEUU (2)

Hablábamos la semana pasada del sistema sanitario estadounidense y prometía analizar en detalle las propuestas de los candidatos a la Casa Blanca sobre este tema, uno de los más interesantes de la campaña electoral norteamericana. No en vano, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo, el New England Journal of Medicine, ha dedicado sendos artículos a valorar las propuestas de los candidatos.

Comentábamos que el sistema sanitario estadounidense se basa esencialmente en la existencia de un gran número de ciudadanos cuya cobertura sanitaria está garantizada por seguros médicos proporcionados en las empresas en las que trabajan como parte del paquete de remuneración salarial. Este sistema, recordemos, arranca en 1954 cuando Eisenhower autoriza deducciones fiscales a las empresas que ofrezcan a sus empleados planes de seguro médico privado.

La principal propuesta del senador McCain es acabar con esas deducciones fiscales, lo que tendría un efecto inmediato: la reducción del número de empresas que ofrecen seguros médicos a sus empleados. Según previsiones de analistas estadounidenses, entre 10 y 28 millones de trabajadores norteamericanos podrían perder su seguro médico como consecuencia de esta propuesta y pasarían a engrosar la lista de ciudadanos que carecen de seguro médico privado (alrededor de 47 millones de personas en la actualidad). Y eso sin contar con que muchas otras empresas que mantendrían los seguros médicos de sus empleados, lo harían a costa de reducir sus aportaciones y obligar a los trabajadores a sufragar una parte mayor del coste de los seguros.
El argumento que emplean los conservadores para defender este proyecto es que un aumento del número de ciudadanos que tienen que contratar un seguro médico individual forzaría a las empresas del sector a ser más competitivas y ofrecer mejores planes y menores precios. No tienen en cuenta en sus observaciones, sin embargo, que estos seguros individuales son menos generosos en su cobertura y más caros que los seguros contratados por las empresas para sus trabajadores.

Para contrarrestar estos efectos, McCain ofrece una ayuda fiscal de 2.500 dólares a título individual y 5.000 para las familias que deseen comprar un seguro médico. Pero teniendo en cuenta que una póliza familiar media cuesta aproximadamente 12.000 dólares anuales y que actualmente el empresario paga un 75% de esa cuantía (9.000 dólares), esa ayuda prometida por McCain significará que las familias deberán pagar 4.000 dólares más al año por su seguro médico. No es difícil imaginar que muchas de esas familias, si tienen problemas económicos, entrarán en las filas de los no asegurados.

El plan de McCain será especialmente negativo para las personas con problemas de salud. Estas personas, a las que las empresas aseguradoras tratan de evitar a toda costa, son, en muchas ocasiones, los parias del sistema sanitario americano: sin seguro o con seguros de baja cobertura y empobrecidas por los gastos médicos. Aquellas que pierdan la cobertura de su seguro laboral, tendrán problemas para encontrar un seguro médico individual. McCain propone una solución: crear grupos de alto riesgo cuyos seguros médicos sean gestionados por los gobiernos estatales. El problema es que este tipo de grupos supondría un coste muy elevado para los estados y los responsables de la campaña de McCain sólo han hablado vagamente de ayudas federales, pero sin concretar ninguna cantidad.

En definitiva, la reforma propuesta por McCain es una vuelta de tuerca más en la concepción neoliberal y mercantilista de la salud, basada en la presunción de que el mercado hará que una gran masa de individuos sin seguro, por un lado, y un gran número de compañías aseguradoras deseosas de hacerse con el pastel, por otro, lleguen a un acuerdo que satisfaga sus necesidades y expectativas. El mercado, una vez más, como gran árbitro del mundo. Sin embargo, McCain se ‘olvida’ del gran número de ciudadanos norteamericanos que no podrán permitirse un seguro médico, menos aún en la coyuntura económica actual, y de los que ni siquiera podrán acceder al seguro porque sus enfermedades les hacen demasiado caros a los ojos de las compañías aseguradoras. Esa es la idea de la sanidad de uno de los candidatos a presidente del país más potente del mundo.

viernes, 17 de octubre de 2008

La sanidad en EEUU (1)

A pesar de que la crisis financiera mundial ha centrado casi en exclusiva las últimas propuestas y debates electorales en Estados Unidos, uno de los aspectos más interesantes que se ha planteado en la presente campaña electoral americana es la reforma necesaria del sistema de salud del gigante norteamericano.

Para quienes no están familiarizados con la cuestión, conviene explicar antes de nada que el sistema sanitario estadounidense no tiene nada que ver con el español. Aquí disfrutamos de un sistema de salud público que financiamos todos con nuestros impuestos y al que todos los trabajadores –y sus familias dependientes- tienen acceso. Además, los ciudadanos tienen la posibilidad de contratar seguros médicos privados sin perder por ello el derecho a la atención pública gratuita. Mención especial merecen los funcionarios, que tienen su propio sistema de cobertura sanitaria (MUFACE en el caso de los funcionarios civiles; MUGEJU para los funcionarios judiciales; e ISFAS para los miembros de las Fuerzas Armadas).

En Estados Unidos, por el contrario, no existe un sistema sanitario público que cubra al 100% de la población. En este país, la asistencia sanitaria se basa en la sanidad privada y, concretamente, en la figura del seguro médico privado que proporcionan las compañías aseguradoras. Una reforma introducida en 1954 por el presidente Eisenhower permitió a las compañías deducir de los impuestos federales sobre la renta la contribución que realizan a los planes de atención médica de sus empleados. Esto permitió que un gran número de empresas decidieran ofrecer a sus empleados planes de atención médica que forman parte de la retribución que obtienen. Según algunas estimaciones, alrededor de 160 millones de ciudadanos estadounidenses obtienen actualmente su atención médica privada a través de los seguros proporcionados por las compañías en las que trabajan. Hay que resaltar que en esta cifra están incluidos no sólo los trabajadores, si no también, en muchos casos, sus familias.

El resto de la población que no disfruta de los seguros proporcionados en el lugar de trabajo tiene básicamente dos opciones: acogerse a alguno de los dos planes de atención gratuita que existen en EEUU (Medicare, para personas mayores de 65 años, y Medicaid, para personas con pocos recursos económicos) o bien contratar un seguro de salud privado, que generalmente suele ser más caro que uno seguro de empresa y, además, suele tener menos coberturas e implica un mayor copago por servicios. En total, se calcula que en Estados Unidos hay alrededor de 47 millones de ciudadanos sin seguro médico que dependen, por lo tanto, de una sanidad pública que, como puso de manifiesto el caso de Esmin Green, presenta graves deficiencias.



Tanto John McCain como Barack Obama han presentado propuestas para la reforma del sistema sanitario estadounidense. Aunque ninguna de ellas supone una revolución total del modelo actual, su implantación podría tener importantes implicaciones para la salud de los estadounidenses. Por eso, las analizaremos con un poco más de detenimiento próximamente.

viernes, 10 de octubre de 2008

Ponga un Nobel en su biblioteca

Escuchaba ayer noche a un catedrático de literatura comentar que el Premio Nobel del ramo se creó para dar a conocer al gran público a escritores de mucha calidad pero poco reconocimiento social. En otras palabras: se trataría, más o menos, de dar publicidad a sesudos narradores a los que no leen ni en su casa. Viene esto a cuento porque la Academia Sueca acaba de conceder el Premio Nobel de Literatura a Jean-Marie Gustave Le Clézio, un absoluto desconocido para el gran público español y me atrevería a decir que también para los expertos.

Sucede sin embargo, y contradiciendo la opinión del catedrático de literatura, que Le Clézio no es un don nadie. Es uno de los escritores más reputados en lengua francesa y en 1994 fue elegido por la crítica gala como el mejor escritor francés vivo. Afortunadamente, el personaje les ha llegado vivo hasta 2008, que ya se sabe que estos reconocimientos honoríficos suelen traer bastante mal fario.

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Sucede también que en España, con ese ombliguismo tan característico nuestro, creemos que lo que no es conocido aquí, no existe o no interesa. Y el premio de Le Clézio, lo mismo que antes Kenzaburo Oe, Gao Xingjian u Orhan Pamuk, ha dejado descolocado a más de uno. De Le Clézio apenas hay una decena de libros publicados en castellano y muchos de ellos están descatalogados, a pesar de que es un escritor muy prolífico; tanto, que su producción literaria supera las cincuenta obras. Pero no hay que alarmarse. Al igual que sucedió con los tres autores mencionados, los libros de Le Clézio se reeditarán, se colocarán en lugares preferentes en las tiendas de libros y se venderán como churros entre esos lectores snobs que corren a comprar el último Nobel con la misma celeridad con la que adquieren el último Planeta o el último Alfaguara. Y es que los premios literarios, más que un reconocimiento a la calidad, son hoy más que nunca una garantía de éxito de ventas.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Autos locos

Veo el titular de un teletipo de la agencia Europa Press que dice literalmente: “Transition, el primer coche volador, saldrá a la venta el próximo año”. Y espoleado por la curiosidad, leo el cuerpo de la noticia y no salgo de mi asombro e incredulidad. Según el texto, el engendro en cuestión (juzgad vosotros mismos viendo la foto) costará 132.000 euros (22 millones de pesetas), alcanzará una velocidad máxima de 128 kilómetros a la hora en carretera y tendrá una autonomía de vuelo de 740 kilómetros. La agencia de noticias cita como fuente a la revista Popular Science, que, según dice el teletipo, dedica “un reportaje a este ingenio mecánico en su edición de octubre”.

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Así que consulto la web de la revista, donde hay un vídeo demostración del aparato en cuestión, llamado Terrafugia Transition y sí, efectivamente, el aparato vuela. Como mi curiosidad ya se ha disparado por las nubes, igual que el Transition, visito la web de la compañía, que parece más propia de un falsificador de Viagra que de una compañía que aspira a vender vehículos híbridos a más de 20 millones de pesetas. Pero es que, además, leo en otras páginas web que los fundadores de la empresa son ex alumnos del Instituto Tecnológico de Massachussets. Lo que no dicen es si llegaron a licenciarse.

En la feria de aviación AirVenture, celebrada a principios de agosto en Wisconsin (Estados Unidos), se presentó el primer prototipo real del vehículo (hasta ahora, al parecer, sólo habían circulados animaciones hechas por ordenador). Sin embargo, el coche-avión no hizo ni una sola demostración de vuelo, lo que despierta demasiadas dudas entre los expertos. Y es que, más allá de las dudas razonables sobre si este aparato será seguro a la hora de despegar y aterrizar, e incluso si será capaz de mantenerse en vuelo, quedan muchos interrogantes por contestar: ¿Dónde podrá despegar y aterrizar? ¿Será posible utilizarlo como un coche normal en las carreteras y autopistas? ¿Qué pensará la Guardia Civil? ¿Y la DGT? Si se estrella, ¿contará como accidente de aviación o de tráfico? ¿Podré asegurarlo a todo riesgo?

Ya lo dice la zarzuela: la ciencia avanza que es una barbaridad…